Con un diámetro de 1.300 veces el del Sol, tiene un astro compañero tan cercano que ambos se tocan y parecen un colosal cacahuete en el cielo
La estrella HR5171A está a unos 12.000 años luz de la Tierra, en la constelación del Centauro, y es una gigante amarilla, tan enorme que, con un diámetro de 1.300 veces el Solar, resulta la mayor que se conoce de este tipo.
Es aproximadamente un millón de veces más brillante que nuestra estrella. Lo ha descubierto un equipo internacional con el conjunto de telescopios VLT (del Observatorio Europeo Austral, ESO) en Chile y con una técnica avanzada de observación, pero combinando sus resultados con datos de otros telescopios y de trabajos de astrónomos aficionados que los científicos profesionales califican de “excelentes”. Es una de las diez estrellas más grandes, con un tamaño un 50% superior a la famosa supergigante Betelgeuse.
Las hipergigantes amarillas son poco corrientes, solo se conoce una docena de ellas en la Vía Láctea, y están en una fase de su evolución en la que son inestables y cambian rápidamente, expulsando y formando una nebulosa extensa a su alrededor, explican los expertos del ESO. En concreto HR5171A, está haciéndose más grande en los últimos 40 años, enfriándose al crecer.
Ilustración de la estrella HR5171A y su compañera que forman un sistema estelar doble en el que los dos astros se tocan. / ESO
HR5171A forma un sistema binario con una compañera de masa inferior y algo más caliente, con una temperatura de la primera en su superficie que ronda los 5.000 grados centígrados; la menor da una vuelta completa alrededor de la mayor cada 1.304 días terrestres, con un margen de error de seis días más o menos. Esta formación de sistema binario ha sido una sorpresa para los astrónomos al realizar las últimas observaciones. “Las dos estrellas están tan juntas que se tocan y el sistema en su conjunto parece un cacahuete gigante”, dice Olivier Chesneau (de la Universidad de Niza Sophia-Antipolis y del CNRS francés), líder de la investigación. Los resultados de este trabajo se van a publicar en la revista Astronomy and Astrophysics, pero el artículo se adelanta en internet (Arxiv), como es habitual en física.
“La compañera que hemos encontrado es muy importante porque puede influir en el destino de la HR5171A, por ejemplo arrancando sus capas exteriores y modificando así su evolución”, añade Chesneau en un comunicado del ESO.
Este equipo internacional ha recurrido al conjunto de grandes telescopios VLT que el ESO tiene en el cerro Paranal (Chile), con cuatro observatorios de 8,2 metros de diámetro cada uno y otros tantos auxiliares de 1,8 metros precisamente para utilizarlos en combinado mediante la técnica denominada interferometría.
Es un modo de observación habitual hace tiempo en radioastronomía, pero muy difícil en el caso de equipos de infrarrojo, como se ha hecho en este caso de HR5171A.
Al combinar la luz de la estrella captada por varios telescopios, el conjunto actúa, a efectos de resolución, como si se tratara de un único observatorio de espejo principal de 140 metros de diámetro.
La hipergigante amarilla fue observada hace dos años por el equipo internacional que lidera Chesneau durante una noche y media con el sistema de interferometría del VLT.
Pero estos científicos también han recurrido a estudios de HR5171A realizados con otros telescopios y a datos de los archivos astronómicos.
En total han abarcado 60 años de observaciones, dicen los científicos, lo que permite asomarse a los procesos evolutivos de la estrella. En cuando a los astrónomos aficionados, la concordancia de sus resultados con los de los profesionales es excelente y demuestra su calidad, señala el ESO, que cita los datos de Sebastián Otero, entre 2000 y 2013.
Este blog pretende recopilar las noticias más representativas de los avances de la física de estos últimos años, antes de que desaparezcan de la web.
miércoles, 12 de marzo de 2014
miércoles, 5 de marzo de 2014
El ‘Hubble’ fotografía una supernova que sorprende por su brillo
La explosión de una estrella que descubrieron, por pura casualidad, unos estudiantes británicos hace poco más de un mes se ha convertido en punto de interés de astrónomos en todo el mundo, que incluso han apuntado el telescopio espacial Hubble para verla.
Es la supernova más brillante que se ha detectado desde hace 27 años y todavía es visible en el cielo con telescopios modestos de aficionado. Además, es de un tipo especial (Ia) que utilizan los cosmólogos para medir grandes distancias en el universo. Pero el cielo suele dar sorpresas a los científicos y, en este caso, no solo a los jóvenes de la Universidad de Londres que fueron los primeros en verla. Un grupo de especialistas de la Universidad de Berkeley (EE UU) está estudiando la supernova, que estalló el pasado 21 de enero y que se denomina oficialmente SN 2014J, y ha visto que es extraña porque incrementó su brillo más rápido de lo esperado. “Puede que nos esté enseñando algo de las supernovas de tipo Ia que los teóricos necesiten comprender; tal vez lo que pensábamos que era un comportamiento normal de una de estas supernovas sea lo anormal”, señala Alex Filippenko, líder del equipo.
Una enana blanca tiene tanta masa como el Sol y el tamaño de la Tierra
Una supernova es una colosal explosión que sufre una estrella cuando se desestabiliza.
La descripción estándar de estos fenómenos habla de astros inmensos, mucho más masivos que el Sol, que, cuando las reacciones nucleares de su interior han consumido todo su hidrógeno y se han quedado sin combustible colapsan desencadenando todo el proceso de explosión en forma de supernova.
Pero las de tipo Ia son distintas: son estrellas enanas blancas, viejas y muy densas, tanto que en ellas una masa como la del Sol está comprimida en un tamaño equivalente al de la Tierra; si roban materia a un astro compañero o si se fusionan dos de ellas, pueden superar un cierto umbral de masa a partir del cual dejan de ser estables y se desencadena la colosal explosión.
Es lo que vieron un puñado de alumnos de la Universidad de Londres en la noche del 21 de enero pasado, durante unas prácticas, en las imágenes que lograron captar de la galaxia M82, entre las nubes de aquella noche poco adecuada para la astronomía observacional.
A Steve Fossey, el profesor, le sorprendió el punto brillante que aparecía en la galaxia bien conocida, hizo unas comprobaciones y resultó que se trataba de una supernova.
Una vez que se confirmó oficialmente, astrónomos de todo el mundo apuntaron sus telescopios hacia M82, situada a unos 11,5 millones de años luz de la Tierra.
También revisaron sus archivos de los días precedentes, y resultó que la SN 2014J estaba en fotografías tomadas antes. En concreto, el telescopio automático Katzman, en el observatorio Lick (California), la había captado el 14 de enero, solo unas 37 horas después de que fuera visible desde la Tierra. Incluso un astrónomo aficionado japonés la habría captado unas horas antes.
Unos días después, el 31 de enero la fotografió el Hubble, cuando estaba cerca de su máximo de brillo.
El equipo de Filippenko explica que la SN 2014J muestra el mismo brillo rápido que otra supernova, la SN 2013dy, que descubrió el telescopio Katzman el año pasado. “Dos de las tres supernovas de tipo Ia más recientes y mejor observadas son extrañas, lo que nos da nuevas pistas sobre cómo explotan las estrellas”, comenta el astrónomo de Berkeley, haciendo referencia a un tercer objeto de este tipo, la SN 2011fe, de hace tres años, y cuyo comportamiento se ajustó mejor a los modelos teóricos y a observaciones precedentes. Estos investigadores presentan sus conclusiones sobre la supernova del 21 de enero en The Astrophysical Journal Letters.
Los científicos usan los estallidos de tipo Ia para medir distancias en el cielo
El valor de las Ia como buen mojón de medida de distancias en el universo se debe a que estas supernovas generan el mismo brillo más o menos, lo que permite estimar la distancia a la que está la galaxia en la que se producen estas explosiones (igual que se puede calcular la distancia de una bombilla encendida si se conoce su potencia).
Y fue precisamente con dos investigaciones independientes que utilizaron, en los años noventa, estas supernovas para medir distancias en el cosmos y la velocidad de recesión de las respectivas galaxias como se descubrió la inesperada aceleración de la expansión del universo.
Los principales responsables de los dos equipos (Adam Riess, Brian Schmidt y Saul Perlmutter) recibieron el Premio Nobel de Física en 2011, con la aceleración (supuestamente debida al efecto de la denominada energía oscura) convertida ya en el tema más candente y misterioso de la cosmología actual.
El comportamiento anómalo de la última supernova “no contradice los resultados de la aceleración de la expansión”, dice Filippenko, “al refinar la comprensión de las explosiones de tipo Ia se pueden mejorar las medidas de distancias y hacer cálculos más precisos de la tasa de expansión, acotando mejor la naturaleza de la energía oscura”.
Otros científicos de Berkeley y de la Universidad Nacional Australiana han investigado el umbral de masa definido a partir del cual la estrella enana blanca explota en una supernova Ia, umbral por el que su brillo sería tan uniforme.
Richard Scalzo y sus colegas afirman ahora que estas estrellas explotan a partir de un rango de masas un poco más amplio que ese umbral.
Su investigación, que se publicará en la revista Monthly Notices of the Royal Society británica, ayudará a perfilar los modelos teóricos existentes sobre estas supernovas.
Es la supernova más brillante que se ha detectado desde hace 27 años y todavía es visible en el cielo con telescopios modestos de aficionado. Además, es de un tipo especial (Ia) que utilizan los cosmólogos para medir grandes distancias en el universo. Pero el cielo suele dar sorpresas a los científicos y, en este caso, no solo a los jóvenes de la Universidad de Londres que fueron los primeros en verla. Un grupo de especialistas de la Universidad de Berkeley (EE UU) está estudiando la supernova, que estalló el pasado 21 de enero y que se denomina oficialmente SN 2014J, y ha visto que es extraña porque incrementó su brillo más rápido de lo esperado. “Puede que nos esté enseñando algo de las supernovas de tipo Ia que los teóricos necesiten comprender; tal vez lo que pensábamos que era un comportamiento normal de una de estas supernovas sea lo anormal”, señala Alex Filippenko, líder del equipo.
Una enana blanca tiene tanta masa como el Sol y el tamaño de la Tierra
Una supernova es una colosal explosión que sufre una estrella cuando se desestabiliza.
La descripción estándar de estos fenómenos habla de astros inmensos, mucho más masivos que el Sol, que, cuando las reacciones nucleares de su interior han consumido todo su hidrógeno y se han quedado sin combustible colapsan desencadenando todo el proceso de explosión en forma de supernova.
Pero las de tipo Ia son distintas: son estrellas enanas blancas, viejas y muy densas, tanto que en ellas una masa como la del Sol está comprimida en un tamaño equivalente al de la Tierra; si roban materia a un astro compañero o si se fusionan dos de ellas, pueden superar un cierto umbral de masa a partir del cual dejan de ser estables y se desencadena la colosal explosión.
Es lo que vieron un puñado de alumnos de la Universidad de Londres en la noche del 21 de enero pasado, durante unas prácticas, en las imágenes que lograron captar de la galaxia M82, entre las nubes de aquella noche poco adecuada para la astronomía observacional.
A Steve Fossey, el profesor, le sorprendió el punto brillante que aparecía en la galaxia bien conocida, hizo unas comprobaciones y resultó que se trataba de una supernova.
Una vez que se confirmó oficialmente, astrónomos de todo el mundo apuntaron sus telescopios hacia M82, situada a unos 11,5 millones de años luz de la Tierra.
También revisaron sus archivos de los días precedentes, y resultó que la SN 2014J estaba en fotografías tomadas antes. En concreto, el telescopio automático Katzman, en el observatorio Lick (California), la había captado el 14 de enero, solo unas 37 horas después de que fuera visible desde la Tierra. Incluso un astrónomo aficionado japonés la habría captado unas horas antes.
Unos días después, el 31 de enero la fotografió el Hubble, cuando estaba cerca de su máximo de brillo.
El equipo de Filippenko explica que la SN 2014J muestra el mismo brillo rápido que otra supernova, la SN 2013dy, que descubrió el telescopio Katzman el año pasado. “Dos de las tres supernovas de tipo Ia más recientes y mejor observadas son extrañas, lo que nos da nuevas pistas sobre cómo explotan las estrellas”, comenta el astrónomo de Berkeley, haciendo referencia a un tercer objeto de este tipo, la SN 2011fe, de hace tres años, y cuyo comportamiento se ajustó mejor a los modelos teóricos y a observaciones precedentes. Estos investigadores presentan sus conclusiones sobre la supernova del 21 de enero en The Astrophysical Journal Letters.
Los científicos usan los estallidos de tipo Ia para medir distancias en el cielo
El valor de las Ia como buen mojón de medida de distancias en el universo se debe a que estas supernovas generan el mismo brillo más o menos, lo que permite estimar la distancia a la que está la galaxia en la que se producen estas explosiones (igual que se puede calcular la distancia de una bombilla encendida si se conoce su potencia).
Y fue precisamente con dos investigaciones independientes que utilizaron, en los años noventa, estas supernovas para medir distancias en el cosmos y la velocidad de recesión de las respectivas galaxias como se descubrió la inesperada aceleración de la expansión del universo.
Los principales responsables de los dos equipos (Adam Riess, Brian Schmidt y Saul Perlmutter) recibieron el Premio Nobel de Física en 2011, con la aceleración (supuestamente debida al efecto de la denominada energía oscura) convertida ya en el tema más candente y misterioso de la cosmología actual.
El comportamiento anómalo de la última supernova “no contradice los resultados de la aceleración de la expansión”, dice Filippenko, “al refinar la comprensión de las explosiones de tipo Ia se pueden mejorar las medidas de distancias y hacer cálculos más precisos de la tasa de expansión, acotando mejor la naturaleza de la energía oscura”.
Otros científicos de Berkeley y de la Universidad Nacional Australiana han investigado el umbral de masa definido a partir del cual la estrella enana blanca explota en una supernova Ia, umbral por el que su brillo sería tan uniforme.
Richard Scalzo y sus colegas afirman ahora que estas estrellas explotan a partir de un rango de masas un poco más amplio que ese umbral.
Su investigación, que se publicará en la revista Monthly Notices of the Royal Society británica, ayudará a perfilar los modelos teóricos existentes sobre estas supernovas.
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