Los astrónomos detectan el destello de rayos gamma más brillante
hasta ahora. Seguramente se generó en una estrella que explotó y se
convirtió en agujero negro
Una estrella mucho más masiva que
el Sol y mucho más compacta, colapsó hace unos miles de millones de
años; seguramente se convirtió en un agujero negro.
Pero la luz de aquel
estallido ha llegado ahora a los telescopios terrestres especializados
en detectar y observar estos fenómenos en el cielo. Es el más brillante
destello de rayos gamma (GRB, en sus siglas en inglés) detectado hasta
ahora, afirman los expertos.
Y está relativamente próximo a la Tierra,
en tiempos cosmológicos, ya que su luz ha recorrido una distancia de
3.700 millones de años hasta nosotros, lo que supone menos de la mitad
de la distancia típica de los GRB. Uno de los equipos científicos que
han estudiado este excepcional fenómeno lo califican de “monstruo
cercano” en el título de su artículo científico que se publica en
Science esta semana, junto con otros dos trabajos sobre el mismo
estallido de rayos gamma, que fue detectó el pasado 27 de abril mediante
observatorios en el espacio.
“Normalmente
detectamos los GRB a mayor distancia, lo que significa que se ven muy
tenues, pero en este caso el destello se produjo a solo una cuarta parte
del tamaño del universo observable, así que fue muy brillante”, señala
Paul O´Brien, astrónomo de la Universidad de Leicester (Reino Unido).
“En esta ocasión se generó también una supernova, algo que no habíamos
registrado antes junto con un potente GRB, y estamos intentando
descifrar el fenómeno”, dice en un comunicado de su universidad. “El
hecho de poder ver un brillante destello a un cuarto del universo es
realmente como traernos a casa el asombroso poder de estas explosiones”,
añade Nial Tanvir, otro investigador que ha estudiado este fenómeno
concreto.
Los destellos de rayos gamma son frecuentes en el cielo:
aproximadamente un centenar al año registra el satélite Swift, de la
NASA, puesto en órbita en 2004 precisamente para detectar estos
fenómenos fugaces y que vio el “monstruo” del pasado abril. Para esta
vigilancia científica es imprescindible colocar telescopios en el
espacio porque, afortunadamente para la vida en la Tierra, la radiación
de rayos gamma tan perjudicial para los organismos vivos, es absorbida
por la atmósfera. En este caso, el primero en detectar el estallido fue
el Fermi Gamma Ray Space Telescope (Universidad de Stanford y SLAC).
El
potente estallido de abril, denominado GRB 130427A, fue tan brillante
que descoloca a los científicos. La teoría más aceptada para describir
un GRB como este, señalan los investigadores de Stanford que vieron casi
desde el principio, observaron y analizaron el fenómeno, establece que
estos fenómenos se producen en explosiones más energéticas que se dan en
el cosmos, cuando una estrella muy masiva colapsa sobre sí misma y
explota.
Estas explosiones lanzan chorros de partículas que viajan casi a
la velocidad de la luz y, como la presión, temperatura y densidad del
chorro no son uniformes, provocan ondas de choque. A medida que el
chorro sale, choca con el medio interestelar provocando más ondas de
choque.
El problema es que un fenómeno tan extremo como el GRB
130427A no encaja bien con los niveles de energía y procesos físicos
predichos por la teoría.
Por eso los científicos están muy interesados
es desvelar cómo se producen los destellos de rayos gamma, precisamente
para afinar sus conocimientos teóricos, y no tienen más remedio que
estar pendientes de los que se producen en el cielo ya que no pueden
reproducirlos en laboratorio.
El estallido de abril potente y cercano,
fue una oportunidad espléndida.
En cuanto un telescopio en órbita
detecta en el cielo un destello de rayos gamma, se dispara la alerta
para que los telescopios en todo el mundo, en tierra y en el espacio,
puedan seguir la evolución del fenómeno.
El estallido puede durar menos
de un minuto pero el resplandor subsiguiente dura más tiempo, entre unos
pocos días y varias semanas. “En el caso de GRB 130427A, el destello
fue tan potente que pudimos observar el resplandor remanente durante
varios meses”, señala Daniele Malesani, del Instituto Niels Bohr
(Universidad de Copenhague). “Analizando la luz del resplandor podemos
estudiar su composición, lo que nos habla de las propiedades de la
estrella original, lo que hemos descubierto es que era una estrella
gigante con una masa que estaría entre 20 y 30 veces la del Sol, en
rápida rotación y con un tamaño de sólo 3 ó 4 veces las solar, así que
era extremadamente compacta. Estas estrellas de denominan Wolf-Rayet”,
continúa este experto.
Además, estos astrónomos han sido capaces de
localizar en el cielo, en observaciones previas, la estrella que
explotó.
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